Texto de Jiddu Krishnamurti
Extraído del libro: "Comentarios del vivir" (Segunda serie - Página 142 a
146 - Editorial Kier)
La tempestad había durado varios días, con fuertes vientos y
lluvias torrenciales. El agua estaba empapando la tierra, y se lavaba de los
árboles el polvo de muchos veranos. En esta parte del país realmente no había
llovido durante varios años, pero ahora venía la compensación, al menos todos lo
esperaban, y había alegría en el ruido de la lluvia y de las corrientes de agua.
Aún estaba lloviendo cuando todos nos fuimos a acostar, y el acompasado ruido
del agua era muy fuerte en el techado. Tenía un ritmo, una danza, y había el
murmullo de muchos arroyos. Y después ¡qué bella mañana se puso! Las nubes
habían desaparecido, y las colinas en torno resplandecían con el temprano sol
matutino; todas habían quedado limpias y lavadas, y había una bendición en el
ambiente. Aun no se movía nada y sólo brillaban las altas cumbres. Dentro de
pocos minutos comenzarían los ruidos del día; mas ahora reinaba una honda paz en
el valle, aunque los arroyos murmuraban y a lo lejos había empezado a cantar un
gallo. Todos los colores habían cobrado vida; todo era muy vívido, la nueva
hierba y aquel enorme árbol que parecía dominar el valle. Había nueva vida con
abundancia, y ahora los dioses recibirían su ofrenda, alegre y libremente dada;
ahora los campos se enriquecerían para el venidero arroz, y no habría falta de
piensos y forrajes para vacas y cabras; ahora los pozos estarían llenos y los
matrimonios podrían celebrarse alegremente. La tierra estaba roja y había
regocijo.
"Me doy cuenta del estado de mi mente", explicó él.
"He ido a la Universidad y he recibido lo que se llama
educación, y he leído bastante extensamente. En lo político he sido de la
extrema izquierda, y estoy muy familiarizado con su literatura. El partido ha
llegado a ser como cualquier religión organizada; es lo que fue y continúa
siendo el catolicismo, con las excomuniones, las amenazas y privaciones. Durante
cierto tiempo, trabajé ambiciosamente en política, esperando un mundo mejor;
pero he calado este juego, aunque yo podría haber ido a la cabeza en él. Hace
largo tiempo vi que la reforma real no llega por la política; la política y la
religión no se mezclan. Ya sé que la cosa que hay que decir es que debemos
llevar la religión a la política; pero lo que hacemos por el momento, ya no es
religión, sencillamente se ha convertido en desatino. Dios no nos habla en
términos políticos, pero nosotros creamos nuestro propio dios en términos de
nuestra política o condicionamiento económico.
Pero no he venido a hablar con vos de política, y tenéis
mucha razón en negaros a discutirla. He venido a hablar de algo que realmente me
está consumiendo: la otra tarde dijisteis algo sobre la mediocridad. Escuché,
pero no pude absorberlo, porque yo estaba demasiado confuso; sin embargo,
mientras hablabais, me hizo una fuerte impresión esa palabra "mediocridad".
Nunca había pensado que yo mismo fuese mediocre. No utilizo esta palabra en su
sentido social, y, como vos indicasteis, no tiene nada que ver con las
diferencias de clase y económicas, ni con el nacimiento".
Desde luego. La mediocridad está enteramente fuera del campo
de las arbitrarias divisiones sociales.
"Veo que lo está. Dijisteis también, si recuerdo bien, que la
persona verdaderamente religiosa no es mediocre. Yo hablo de la mediocridad de
la mente, no del empleo o posición. Los que están en las más altas y más
poderosas posiciones, y los que tienen ocupaciones maravillosamente
interesantes, pueden no obstante ser mediocres. Yo no tengo una exaltada
posición ni una ocupación particularmente interesante, y me doy cuenta del
estado de mi propia mente. Es simplemente mediocre. Soy estudiante a la vez de
la filosofía occidental y de la oriental, y me intereso en otras muchas cosas,
pero a pesar de esto mi mente es muy ordinaria; tiene alguna capacidad para el
pensar coordinado, pero es sin embargo mediocre y no creadora".
Entonces ¿cuál es el problema, señor?.
"Ante todo, estoy en realidad muy avergonzado del estado en
que me encuentro, de mi propia estupidez, y digo esto sin ninguna autocompasión.
En lo más hondo de mi mismo, a pesar de todo mi saber, encuentro que no soy
creador en el más profundo sentido de la palabra. Tiene que ser posible tener
esa creatividad de que hablasteis el otro día; pero ¿cómo se va uno a poner a
ello? ¿No es esta una pregunta demasiado rústica?".
¿Podemos pensar en este problema muy sencillamente? ¿Qué es
lo que hace mediocre a la mente corazón? Puede uno tener conocimientos
enciclopédicos, gran capacidad, y así sucesivamente; pero más allá de todas
estas superficiales adquisiciones y dones, ¿qué es lo que hace a la mente
hondamente estúpida? ¿Puede la mente ser, en cualquier tiempo, diferente de lo
que siempre ha sido?.
"Estoy empezando a ver que la mente, por muy lista, por muy
capaz que sea, puede también ser estúpida. No puede convertirse en alguna cosa,
porque siempre será lo que es. Puede ser infinitamente capaz de razonar,
especular, proyectar, calcular; pero, por muy expansible que sea, siempre
permanecerá en el mismo campo. Acabo de captar el significado de vuestra
pregunta. Preguntáis si la mente, que es capaz de proezas tan asombrosas, puede
superarse a sí misma por su propia voluntad y esfuerzo".
Esa es una de las cuestiones que surgen. Si por muy lista y
capaz que sea, la mente es aun mediocre, ¿puede, por medio de su propia volición
llegar jamás más allá de sí misma? La mera condenación de la mediocridad con su
amplio campo de excentricidades, no hará cambiar el hecho en nada. Y cuando el
condenar, con todas sus implicaciones, ha cesado, ¿es posible descubrir lo que
produce el estado de mediocridad?.
Ahora comprendemos el significado de esa palabra, de modo que
atengámonos a él. ¿No es uno de los factores de la mediocridad el impulso de
lograr, de tener un resultado, de triunfar? Y cuando queremos volvernos
creativos, estamos todavía tratando la cuestión superficialmente, ¿verdad? Soy
esto, que quiero cambiar para que sea eso, de modo que pregunto el como; pero
cuando la creatividad es algo tras lo cual hay que esforzarse, un resultado que
lograr, la mente la ha reducido a su propia condición. Este es el proceso que
tenemos que comprender, y no tratar de convertir la mediocridad en alguna otra
cosa.
"¿Queréis decir que cualquier esfuerzo por parte de la mente
para cambiar lo que ella es, conduce meramente a la continuación de sí misma en
otra forma, y así no ha habido cambio alguno?".
Así es ¿verdad? La mente ha producido su actual estado por su
propio esfuerzo, por sus deseos y temores, por sus esperanzas, gozos y penas; y
todo intento por su parte de cambiar ese estado sigue aún la misma dirección.
Una mente pequeña que trate de serlo, sigue siendo mezquina. Seguramente, el
problema es la cesación de todo esfuerzo por parte de la mente para ser algo, en
cualquier dirección que sea.
"Desde luego. Pero esto no implica negación, un estado de
vacuidad, ¿no es así?".
Si uno meramente oye las palabras sin captar su significado,
sin experimentar y vivir, entonces las conclusiones carecen de validez.
"Así no hay que esforzarse tras la creatividad. Ella no se ha
de aprender, practicar o producir por ninguna acción, por ninguna forma de
compulsión. Veo la verdad de eso. Si puedo, pensaré en voz alta y elaboraré
lentamente esto con vos. Mi mente, que se ha avergonzado de su mediocridad, se
da ahora cuenta del significado de la condenación. Esta actitud condenatoria es
producida por el deseo de cambiar; pero este deseo mismo de cambiar es el
resultado de su pequeñez y mezquindad, de modo que la mente sigue siendo lo que
era y no ha habido cambio en absoluto. Hasta ese punto he comprendido."
¿Cuál es el estado de la mente cuando no está intentando
cambiarse a sí misma, convertirse en algo?
"Acepta lo que es".
La aceptación implica que existe una entidad que acepta,
¿verdad? ¿Y no es esta aceptación también una forma de esfuerzo con el fin de
ganar, de seguir experimentando? Se pone pues en marcha un conflicto de
dualidad, que es de nuevo el mismo problema, porque es el conflicto que engendra
la mediocridad de la mente y corazón. Libertad de la mediocridad es ese estado
que existe cuando todo conflicto ha cesado; pero la aceptación es mera
resignación. ¿O es que esa palabra "aceptación" tiene para vos diferente
significado?.
"Puedo ver las implicaciones de la aceptación, puesto que me
habéis permitido penetrar en su significado. Pero ¿cuál es el estado de la mente
que ya no acepta ni condena?".
¿Por qué lo preguntáis, señor?. Es una cosa que debe ser descubierta, no
meramente explicada.
"No estoy buscando una explicación ni especulando, pero ¿es posible que la mente
esté serena, sin ningún movimiento, y sin embargo no se dé cuenta de su propia
serenidad?".
Darse cuenta de ella engendra el conflicto de la dualidad ¿no es así?.
|